En un hermoso valle que roza los límites de Aragón, se alza
majestuosamente el Castillo de Javier, como si fuera el rey de un cuento de
hadas. Este impresionante castillo, situado en la cumbre del pintoresco pueblo
de Javier, no solo es una fortaleza de piedra, ¡sino también el hogar donde
nació San Francisco Javier, patrón de Navarra, de las
misiones y del turismo en España. Así que, mientras paseas por el castillo, ¡prepárate
para sentirte como un caballero de la Edad Media o una princesa en su torre!
Los orígenes del castillo se remontan a finales del siglo X, en el que se
levantó una torre de señales, la torre del Homenaje. Su estratégica ubicación
de frontera entre los reinos de Navarra y Aragón, acrecentó su sentido de
fortaleza y en torno a la torre se fueron edificando los distintos cuerpos del
castillo. Consta de tres, sucesivamente escalonados en orden de antigüedad. En
el siglo XI se formó el primer recinto envolvente que cobijó las
primeras habitaciones. En el siglo XIII se agregaron, por las cuatro
orientaciones, dos cuerpos poligonales y dos torres flanqueantes.
En 1516, el Cardenal Cisneros ordenó arrasar la muralla exterior que rodeaban la fortaleza, desmochar las torres, cegar el foso con las piedras de las almenas, inutilizar los matacanes y saeteras, demoler dos grandes portaladas y dos torres redondas, destruir el puente levadizo, y rebajar a la mitad la torre de San Miguel.
Tras sucesivas herencias, la propiedad del castillo, junto con el resto del pueblo de Javier, recayó en la Casa de Villahermosa. A finales del siglo XIX, el castillo estaba prácticamente en ruinas, y por iniciativa de sus propietarios, María del Carmen de Aragón-Azlor, duquesa de Villahermosa, y su marido José Manuel de Goyeneche, conde de Guaqui, se comenzaron las obras de restauración. Dada la envergadura de estas obras, todos los hermanos del conde de Guaqui también participaron con sus propios fondos en la restauración del castillo, edificación de una basílica adosada a él y la construcción de viviendas para sacerdotes y casas de ejercicios. La obra fue encargada al arquitecto Ángel Goicoechea Lizarraga y ejecutada por el contratista tudelano Blas Morte. Ya a principios del siglo XX, la duquesa de Villahermosa donó el castillo y la basílica a la Compañía de Jesús con la condición de que lo mantuviera tal y como se le entregó.
Hoy, un puente levadizo le introducirá en un mundo de torres, mazmorras,
matacanes, troneras y saeteras, y le permitirá conocer el lugar donde nació
(1506) y vivió San Francisco Javier, cofundador de la Compañía de Jesús y uno
de los misioneros más universales.
En el interior destacan: la TORRE DEL HOMENAJE, la construcción de
este tipo más antigua de Navarra, y que sobresale del resto del conjunto por su
altura y esbeltez. Apenas tiene saeteras y vanos, y está rematada en almenas
rectangulares. A su alrededor hay un recinto que la protege. Entre sus
estancias vemos la Capilla de San Miguel, que da nombre también a la torre y la
primera que tuvo el castillo; así como la habitación de San Francisco Javier.
La TORRE DEL SANTO CRISTO, bastión y capilla donde se encuentra un interesante crucifijo tardogótico de nogal “El Cristo de la sonrisa”, talla del siglo XV, que según la tradición sudó sangre en los momentos difíciles de la vida de San Francisco Javier, la última vez, el día de su muerte en la Isla de Sanchón.
Está rodeado por unas pinturas en la pared, de gran interés artístico y misma datación, única representación gótica de “La Danza de la Muerte” que existe en España.Y por último, el MUSEO dedicado a la vida del santo, donde un
fugaz recorrido de dioramas nos invita a descubrir retales de la vida del santo.
Este museo se divide en tres secciones: historia del edificio, Javier y Navarra
en la historia y la pinacoteca, donde destacan los cuadros flamencos de Maes.
Como ya mencionamos, a finales del siglo XIX y principios
del XX, adyacente al castillo y sobre parte del palacio donde vivió la
familia Jaso-Azpilicueta, se construyó
una iglesia neorrománica con la misma piedra que la del castillo para que no
rompiese con la armonía del conjunto.
Presenta una monumental fachada, con dos grandes escalinatas que salvan
la elevación del rocoso terreno en el que se asienta.
El pórtico esta flanqueado por dos ángeles portando los escudos de Javier y de la duquesa de Villahermosa. Sobre el mismo hay un frontispicio con una inscripción donde se lee: «Para glorificar a Dios en este lugar, cuna de San Francisco Javier; y que bajo su amparo repose el II Conde de Guaqui; la viuda de este noble caballero, Duquesa de Villahermosa, descendiente del Apóstol de Oriente, mandó en 1896 erigir esta iglesia; concluída en 1900, consagrada en 1901, declarada Basílica por S. S. León XIII. Rogad a Dios por los que aquí yacen y por la fundadora».Esta inscripción separa un segundo cuerpo con un gran rosetón enmarcado en arcos góticos abocinados.
Sobre el mismo un tercer cuerpo, a modo de frontón, que tapa el
tejado a dos aguas que cubre el edificio. Este elemento está rematado con una
cruz de piedra y jalonado por sendas torrecillas en las esquinas.
La portada, neorománica contiene en su tímpano los nombres de los
distintos lugares de Europa, Africa y Asia recorridos por San Francisco Javier
durante su vida, y una figura del santo, realizada por Salvador Bernal, sobre
un pedestal que muestra el escudo de Javier y enmarcado por una inscripción en
latín donde se lee: «Quid prodest homini, si mundum universum
lucretur, animae vero suac detrimentum patiatur?» «¿Qué le aprovecha al
hombre ganar el mundo, si pierde su alma?»( Francisco de Javier).
Y en sus capiteles se representan distintas escenas de su vida.
El milagro del cangrejo |
El crucifijo que se le cae al mar |
Javier recibiendo la bendición de Ignacio de Loyola antes de partir a la Indias |
La muerte de su hermana Magdalena, en Santa Clara de Gandía |
Conversión del agua salada del mar en dulce |
Predicando a los infieles |
Atravesando el río en un madero |
En el lecho de muerte. |
El interior es una nave neogótica de tres tramos, con tribunas laterales bajo arcos apuntados con antepechos calados. En el ábside resalta una gran imagen de San Francisco Javier, de Jerónimo Suñol, flanqueada por doce santos jesuitas, así como las vidrieras diseñadas por el pintor burgalés Marceliano Santa María y ejecutadas por Juan Bautista Lázaro en los talleres de la CATEDRAL DE LEÓN (enlace a nuestra publicación).
El altar mayor es un artístico trabajo decorativo, labrado en piedra con
incrustaciones de mosaicos, bronces y esmaltes por la casa Biais de París. El
sagrario se encuentra sobre un altorrelieve que representa a San Francisco
bautizando y predicando y escoltado por dos ángeles orantes. La puerta del
sagrario es de plata sobredorada y esmaltada con una gran cruz de piedras
preciosas en el centro.
Sobre tres puertas de la iglesia se encuentran pinturas italianas que
representan distintos momentos de la vida de Javier en el Castillo, obra del
italiano M. Caparoni: El bautizo del Santo (puerta del presbiterio), despedida
de su madre cuando parte hacia París en 1525 (puerta de bajada a la cripta) y
el oratorio del Santo Cristo con toda su familia haciendo lectura espiritual
(puerta de acceso a la escalera antigua).
La vidriera del rosetón, con los doce apóstoles, fue realizada
por Maumejean e ilumina un coro sobre el atrio situado
a los pies del templo.
Completan el decorado una gran lámpara con la inscripción "Dedicamos
esta lámpara votiva José M. de Goyeneche y Gamio y María del Carmen Aragón de
Azlor Idiáquez y Javier, condes de Guaqui, Grandes de España. Diciembre, 3 de
1886" y un artístico Vía Crucis, realizado en bronce esmaltado,
que fue regalado por Doña Juana de la Puente, condesa de Guaqui, el día 31 de
julio de 1898.
En la cripta, construida bajo la iglesia para salvar el desnivel del
terreno, descansan los restos de quienes contribuyeron a la reconstrucción del
castillo y erección de la basílica: la duquesa de Villahermosa, su marido José Manuel de Goyeneche (conde de Guaqui) y los hermanos María Josefa (duquesa de
Goyeneche), Carmen (duquesa de Gamio) y José Sebastián de Goyeneche y Gamio
(fundador de la Fundación
Goyeneche).
Aquí los dos primeros fines de semana de marzo
tiene lugar una popular peregrinación al Castillo de Javier conocida como “Javierada”
en la que miles de personas de toda Navarra recorren a pie decenas de
kilómetros para venerar al Santo. El origen de esta tradición se remonta a
1886, cuando se invocó a San Francisco Javier para que hiciera remitir la
epidemia de cólera que asolaba Navarra, y en agradecimiento al cumplimiento de
este deseo, se llevó a cabo la promesa de acudir peregrinando a Javier.
Por último, quiero recordar mi anterior visita a este encantador enclave, hace ya unos años, cuando tuve la suerte de inmortalizar el momento junto a mi padre. Ahora, esos recuerdos resuenan de nuevo mientras revivo la experiencia con mi hija. Es asombroso cómo el tiempo fluye, al igual que las generaciones, ¡y todo eso lo sienten también las piedras de este Castillo de Javier! Un lugar donde los recuerdos se entrelazan y las historias familiares se van construyendo, como un hermoso mural que sigue creciendo con cada visita. ¡Sin duda, un legado que vale la pena compartir!
TODA LA INFORMACIÓN FACILITADA EN ESTA PUBLICACIÓN, HA SIDO RECOGIDA DE
LOS SIGUIENTES ENLACES:
https://www.javier.es/Turismo/el-castillo.html
- El Castillo
- El Molinaz
- La Basílica
- La Parroquia
- San Francisco Javier
- Javierada, Novena de Gracia
- Paseos y senderos
- Entorno
- Turismo religioso
- Servicios turísticos
https://visitnavarra.info/visitnavarra/castillo-de-javier/
https://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_de_Javier
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